El Gourmet Urbano: La vitalidad del café: dedicado a mis amigos @libreros y @ManuelSainz

martes, 11 de noviembre de 2014

La vitalidad del café: dedicado a mis amigos @libreros y @ManuelSainz

Fíjense que aunque todo cambió, el café sigue deslumbrando. Tomo café luego existo. La vida urbana, con lo que tiene de sorpresas, encuentro y conversación, se debe a las moléculas de maravillosa combinación que son el café. Giaccomo Casanova, el modelo de libertinos latinos, el día en que cumplió 30 años - escribió una apasionada nota en el Café Florian - dirigida a la mujer del alcalde de la ciudad de las góndolas, que casi le cuesta la vida. En 1755 aquel café celebraba 35 años.

¿Fue la tasa de café que tomaba Casanova la provocadora de su ingenio de amante, de libertino y de improvisador virtuoso en las mil situaciones en las que se aventuraba como elegante pez en aguas turbulentas? Pero sobre todo del placer de existir, de la gracia en el pensamiento y en la conversación. Le digo ‘chao pescao’ a Venecia, museo de fantasmas inertes.

Los herederos de los cafés en las lomas de la cordillera central, guardan - como tesoros oxidados - las cafeteras italianas que llegaban a lomo de mula y los discos de pasta negra con su sonido de otro mundo. El sombrero de Gardel es un recuerdo. Vienen y se van el vals, la salsa, el bolero, el pop, el mambo, el ‘chucuchucu’ vallenato. Pero ahí sigue el café. 

En las grandes ciudades, una de las palabras seductoras en ‘metederos’, bares, y sitios de encuentro de gente con energía urbana, es la palabra café. El poeta Esenin declamaba sus nostálgicos poemas en un café de 1922. Unos diez años después en Bogotá, los escritores anónimos al pie de una taza de café, escribían las noticias escabrosas que mantenían en vilo a los trasnochadores de la cafeína en las madrugadas de neblinas bogotanas.

Cuántos litros de café se bebieron tipógrafos, linotipistas, reformistas, blogueros, obreros y oradores y así contar con la energía que demanda la producción de este sistema que no se detiene. No por nada escribo bloguero. Está de moda. El café no. El café produce las modas intelectuales, urbanas, del consumo global. Es el poderoso ángel del trópico que estimula las nuevas ideas.

Sin café no viven las ciudades. Languidecen las neuronas. El ajedrecista, el financista y el acontista sin café no entran en la lista. En el mercado global, en este mundo de simulacro, engaño visual y copias chiviadas, el café es la última substancia que es sustantiva. Lo demás es adjetivo, las chinerías, las ideologías, los lugares comunes de la economía.

Cuando entré al Café Movenpick, no pude creer lo que veía. Todo allí era High Tec: La cafetera italiana, el diseño en rosa Soacha de las paredes, la pantalla plana en tiempo real de las noticias. Todo simulacro de metal, de color y de imagen. Pero en una vitrina empotrada en la pared, iluminadas por una lámpara de diseño había seis bolsas de café de verdad.

Era el único lugar auténtico alrededor del cual giraba el diseño siglo XXI de la cafetería de helados suizos Movenpick. No es mentira: El café de verdad, produce belleza de verdad. 

 

Rubén Darío Flórez

Fuente: cronicadelquindio.com

 

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