El Gourmet Urbano: Fiat Panis por Humberto Silva (@humbertosilvad): ¡Sabe a Navidad!

domingo, 27 de noviembre de 2011

Fiat Panis por Humberto Silva (@humbertosilvad): ¡Sabe a Navidad!


ruurmo /Foter

A menos de una semana para entrar en el mes de diciembre, poco entusiasmo he podido percibir en mi ciudad, a pesar de estar repleta de pinos canadienses por doquier, a diferencia del año pasado, que al parecer quedaron varados en la vorágine de la burocracia de nuestros puertos, hoy vemos como este año le han dado prioridad al oloroso del norte, incluso sobre productos, como los panteones, nueces, castañas y algunos alimentos que identifican nuestras fiestas decembrinas. En lo particular, siempre, desde niños, en mi familia disfrutábamos de un árbol de navidad, natural o artificial; incluso recuerdo uno que mis padres trajeron de Estados Unidos como una de las últimas novedades de finales de los años 60.
El árbol en cuestión era como de dos metros de altura, con la particularidad que las ramas se acoplaban a un eje vertical y debían colocarlo según las instrucciones, comenzando con las ramas más largas como base y subiendo de forma ascendente, las de menor tamaño, hasta llegar a lo más alto donde iba colocada una gran estrella. Hasta aquí, quizás después de cuarenta años, encontramos ese tipo de árbol artificial a la par de los naturales en cualquier puesto de ventas de productos navideños.
 
La gran diferencia para la época era su color plateado espejo, más bien parecía un árbol alegórico a la llegada del hombre a la luna, con sus ramas terminando cual paraguas chino. Cómo olvidarlo. Quizás lo que más nos llamaba la atención era el mecanismo que hacía que se deslizaran por sus ramas pequeñas esferas de anime, las cuales caían hasta la base del mismo y, por medio de un mecanismo de absorción, se recogían nuevamente llevándolas por el eje central a la cúspide, haciéndolas caer como nieve. Recuerdo haber pasado horas contemplando el mismo ritornelo constante, haciendo que quedáramos hipnotizados frente a la última generación de árboles artificiales.
 
No siempre tuvimos la dicha de contar con el árbol galáctico, no siempre había cómo comprar uno nuevo, pero siempre estaba la disposición de adornar la casa, aunque fuera con la creatividad que caracteriza al hombre en necesidad. Fue el caso de un árbol que nació de una gran rama seca recubierta con espuma de jabón azul, la cual, al secarse, daba la sensación de estar cubierta de nieve y, copiosamente decorado con bastoncitos de caramelos de menta color verde y rojo, confieso que lo atractivo de ese árbol era su condición de saciar nuestras tardes de dulces con solo tomarlos directamente de alguna de sus ramas. Luego, a través de las diferentes navidades, ese olor a pino natural ha sido una característica habitual de los diciembre; aunque, actualmente, a los precios que están, no sé si desempolvar el viejo árbol de navidad que guardamos en el maletero, no sé, esperare el espíritu de la navidad para pedirle rebaja.
 
A pesar que lo del árbol no es una tradición nuestra como tal, sí lo es el pesebre, poco visto últimamente en los hogares venezolanos. No sé si por un tema de espacio, o es que no estamos en nada colocando a José, María, el burro y el buey en medio de la sala con un centenar de ovejas y casitas, y a lo lejos, como si llegaran -en enero-, ¡los tres reyes magos tras la estrella de Belén! Realmente, si pueden, ayúdenme aclarar lo del pesebre. Pocas casas a estas alturas del mes se puede oler a hallacas, los ingredientes no están aún a merced de los buscadores de precios, las hojas aún se están ahumando y todavía se está negociando en cual casa se van a reunir este año para hacerlas, porque la del año pasado no se la cala más por el agotamiento que deja tan ardua labor; y por si fuera poco, con la repartición de la multisápida para todos aquellos que colaboraron, difícilmente lleguen a diez hallacas para la Noche Buena.
 
Los venezolanos de todo hacemos una fiesta, y en diciembre, la elaboración de la hallaca es realmente una gran fiesta que reúne a propios y extraños, familiares y vecinos en torno a olores que emanan de esas preparaciones que caracteriza a cada familia. “La mejor hallaca es la que hace mi mamá”, reza una frase popular en estos tiempos, y realmente nuestra memoria gustativa nos hace siempre recordar aquel primer diciembre que nos dieron a probar la hallaca, haciendo que nuestro ADN venezolano se active, dándole paso a lo que deberíamos, cual autómatas, probar cada llegada de la navidad. Como muchos saben tengo un restaurante, allí si huele a Navidad, en los mediodías ya algunos de los comensales se animan a probar el esperado plato navideño, hallaca, ensalada de gallina, pernil y por supuesto lo que marca el complemento perfecto como lo es el pan de jamón.
 
El ambiente se inunda de panes recién horneados, siempre buscando más adeptos año tras años, para ir incrementando el número de panes vendidos. Cada día se convierte en un reto de vender más y más. Las panaderías con tradición de hacer los mejores panes de jamones de la ciudad dejan colar sus tendencias aritméticas, provocando que cada vez se alejen nuestras esperanzas de alcanzarles, pero con la pasión que siempre nos caracteriza por hacerlos. Se escuchan cifras como “la panadería tal ya llevan vendidos tres mil, ocho mil, diez mil unidades”. Son cifras que producen la sensación que estamos frente a un pan que genera arraigo, admiración y deseo, tanto como para quien lo elabora hasta para quien lo consume. Desde Bs. 50,00 hasta Bs. 130,00, podrá usted encontrar en esta navidad el que mejor se adapte, no solo a su bolsillo sino a su paladar; de pavo, de hojaldre, clásico o de brioche, podrá darse el gustazo que sólo la Navidad nos permite, porque aunque podamos hacer pan de jamón todo el año, sólo en diciembre ¡sabe a Navidad!
 
¡Buen provecho!
 
Humberto Silva
Maestro Panadero
 

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